
¿Vives con adicciones o tienes un familiar que este pasando por esto? Éste artículo está escrito especialmente para ti.
El rey bebe
Por: psic. Sergio Oliver Barruel
Este artículo fue un obsequio de un grupo de terapeutas que trabajan actualmente en clínicas de tratamiento en adicciones; y considero que es muy útil para el propio autoconocimiento.
Del conocimiento nace el amor
La palabra clave para entender la personalidad adicta, la que de aquel o aquella persona que en algún momento de su vida llega a depender de sustancias psicoactivas
(Alcohol, marihuana, tranquilizantes, inhalantes, etc.) Es la de INMADUREZ
Esta es una característica tanto del hombre como de la mujer adictos, y no tiene sentido desconocer que durante toda la vida tendrán que luchar en contra de esta peculiar forma de ser o lo que es igual: su inmadurez siempre será un obstáculo para que logren vivir sobrios y libres de la influencia de las drogas. Se puede abandonar la bebida, hacer de lado la cocaína o la marihuana, excluir de tajo los tranquilizantes y borrar todo deseo de ingerir cualquier sustancia psicoactiva, pero esto no va a garantizar tranquilidad, ni paz ni sobriedad, ni vida satisfactoria, ni mejoría en nuestras vidas. Aun mas podemos conocer y practicar los programas de los doce pasos (A.A. y N.A.), tener la aceptación de la enfermedad, haber sufrido en carne propia lo que significa la verdadera derrota y finalmente caer en cuenta de que hay un enemigo interno que va a impedir el crecimiento tan necesario para cada adicto, y tan divulgado y ofrecido en los programas de los grupos de autoayuda.
¿Cuál es el enemigo interno?
En este folleto encontraras y descubrirás de manera sencilla y paulatina, la naturaleza exacta, los alcances y proporciones de un enemigo que lleva a cuestas y que es un compañero indeseable, así no te tomara por sorpresa.
¿Una persona que no sabe agradecer lo que recibe de los demás, aunque sea compañía o amistad, será inmadura?
RESPUESTA: por supuesto que sí.
Y así podemos seguir, la lista puede resultar interminable y también aburrida. Lo que importa aquí es descubrir los signos de inmadurez, es decir, todas aquellas características y rasgos de la personalidad que por alguna razón nos hace sentir y conducirnos como niños a pesar de ya no serlo podemos concluir que la inmadurez es un conjunto de sentimientos, emociones y actitudes que no concuerdan con la edad que se tiene, la sociedad en la que vivimos espera que nos comportemos de acuerdo a la edad que tenemos y si por ejemplo, tenemos 15 años ya no somos niños y no nos podemos comportar como si lo fuéramos. Nuestra familia, amigos, compañeros, esperan de nosotros conductas adecuadas y acordes a la edad que tenemos. Cuando no respondemos como se espera que lo hagamos, podemos ganarnos con todo el derecho el apodo de inmaduros.
Esto significa que no hemos crecido emocionalmente, y una parte de nuestra personalidad se quedó trabada, ya no se desarrolló, ya no siguió creciendo al mismo ritmo y velocidad que nuestro cuerpo, y como pasa con todo en este mundo, este crecimiento truncado trae como consecuencias ciertos costos que hay que pagar por ellos, pero también ciertos beneficios o ganancias.
Su majestad él bebé
Desde antes de nacer, él bebe está rodeado de comodidades y atenciones: normalmente la madre responsable se cuida para que su producto este protegido, el padre también lo cuida dando seguridad, ternura y los cuidados necesarios. Los dos aman con pasión al nuevo ser y lo colman de atenciones para que su vida prenatal se inicie bien. Podemos decir que la pareja se olvida de sí mismo para poner su atención en el ser que se está formando, volviéndose el centro de atención de sus vidas.
Eso es normal y es lo que se espera que haga toda pareja de padres. Él bebe por nacer acapara aun sin saberlo, atención, sueños, esperanzas y deseos. Los padres esperan que nazca saludable, sueñan que llegue a ser un gran hombre o una gran mujer, desean lo mejor para ella y para él, y al hacerlo se olvidan de sí mismos en una entrega casi absoluta, dando lo mejor de sí para preparar lo que será el rey o reina del hogar. Esto es muy claro con el primer hijo, pero la misma experiencia se repita con los que le sigue, si los hay, así se espera que sean los padres, y generalmente así son.
Tiempo después llega el nacimiento, la alegría inmensa, la euforia que no cabe en la cara de los padres, y el recién nacido llora porque tiene que hacerlo para respirar, aunque algunos han llegado a pensar que llora porque empieza a extrañar el vientre materno tan cómodo, tan cálido, tan seguro, tan protector…
Sin embargo, la protección va a continuar, ya que el niño no puede hacer nada por sí mismo. Va a seguir existiendo la ternura de la madre, los cariños y todo lo que acompaña al recién nacido.
No está solo, no puede estarlo, no lo soportaría, se le satisface de inmediato cualquier demanda: hambre, sed, sueño, saludo, tranquilidad, compañía, seguridad. Lo que pide se le otorga al momento, como en los cuentos infantiles donde el rey pide, y todo el momento obedece inmediatamente.
Si no se le satisfacen sus necesidades, llora, se enferma, grita, esta intranquilo, y muestra su inconformidad de alguna manera. Esta manera de comportarse es normal en un niño. A medida que crezca va a aprender que sus necesidades no pueden ser satisfechas en el momento que él quiera, ni el lugar que él quiera, no con la persona que desee.
Va ir aprendiendo que hay lugares en los que encontrara satisfacción a ciertas necesidades, que hay momentos para hacerlo y que existen algunas personas que pueden satisfacer muchas de ellas, pero no todas y no siempre, y no cualquier persona.
Así va aprender que los alimentos se toman en la cocina o en el comedor, que hay lugares en donde la gente duerme, que en la habitación de los padres no puede entrar con facilidad, que la casa de los vecinos no es suya. También aprende que aunque tenga hambre hay horas para comer, la noche es para dormir, y que si se siente mal puede acudir con sus padres para que lo atiendan, no con cualquier persona. A todo esto lo llamamos maduración.
Después puede aprender que hay normas que debemos respetar, que hay un dios, que hay ciertas cosas que no debemos hacer porque son malas y que hay otras buenas que traen beneficios a los que las hacen.
El rey de la casa, él bebe, empieza a perder privilegios y a ganar madurez, pierde dependencia, gana omnipotencia, y gana humildad. Puede moverse, hablar, pensar y hacer muchas cosas por sí solo, sin ayuda de los padres. Todo esto es la madurez: perder privilegios, comodidad, perder la oportunidad de que otros hagan todo por nosotros y ganar capacidad de decisión, seguridad, autoestima y valor para enfrentar el mundo, la vida en general con todos sus compromisos, las necesidades personales que ya no la satisfacen los padres ni de forma inmediata, sino otras gentes y aprendiendo a esperar el momento adecuado, escogiendo el lugar y la persona o personas idóneas.
Eterno bebé: características
La persona inmadura o “eterno bebe” va a intentar de muchas maneras obtener lo mismo que el niño recién nacido, o aún más, el que viva en el seno materno, va a luchar por la misma seguridad que daban los padres sin hacer esfuerzo, si esto continua al ir creciendo ya esa protección empieza a ser sobreprotección.
La persona crece físicamente, su cuerpo aumento de tamaño y grosor, le cambia la voz, camina, hace travesuras, tiene amigos, va a la escuela, a la universidad, trabaja, se enamora, se casa y continua funcionando con los mismos sentimientos actitudes que tenía cuando era bebe: quiere que le satisfagan su necesidades “aquí y ahora “, sigue sintiéndose omnipotente y espera que a una señal o ante un gesto la gente entienda y le sirva.
Los eternos bebes muestran una serie de características muy amplias y complejas. No tienen que poseer todas, pero es fácil reconocer algunas o muchas de ellas. Vamos a señalar las más importantes.
- Tienen una profunda necesidad de ser aceptados y muchas veces pierden su identidad al esforzarse por caerle bien a todo mundo.
- No soportan que se les critique ni que les señale sus errores inmediatamente se ofenden y se enojan con la persona que se atreve a señalarle algo.
- Comúnmente son personas muy solitarias a pesar de que mucha gente los quiere y los busca.
- Son muy quejumbrosos y acostumbran culpar a los demás por lo que les sale mal.
- Juzgan la vida en términos absolutos y extremosos: o es negro o es blanco, o está bien o está mal.
- Viven en el pasado y con mucho miedo al fututo.
- Sueñan con grandes proyectos en su vida (amorosos, económicos, sociales, etc.), pero tienen una gran incapacidad para realizarlo.
- Se obsesionan por el dinero y por las cosas materiales.
- No toleran estar enfermos, ni que sus seres sufran alguna dolencia o enfermedad.
- Creen firmemente que las reglas, normas y leyes son para todo el mundo, no para ellos.
- Muchas veces se vuelven adictos a las emociones fuertes, les gusta la vida llena de riesgos, y no están a gusto a menos que estén causando problemas a los que los rodean.
- Tienen una muy baja capacidad para tolerar la frustración que les produce el que las cosas no salgan como ellos quieren.
- Tienen para ser muy buenos actores y mostrar toda la gama de sentimientos y emociones posibles, sin vivirlos realmente.
- De alguna manera tratan siempre de ser el centro de atención en cualquier lugar, incluyendo el hogar familiar.
- Casi siempre sienten que sus padres trataron mejor algún hermano o hermana, y no a ellos.
- Normalmente son impredecibles y no se sabe cómo van a reaccionar.
- Tienen muchas dificultades para expresar sus verdaderos sentimientos y una gran habilidad para ocultarlos o transformarlos.
- Son muy celosos y posesivos.
- Son muy sensibles para detectar los verdaderos sentimientos de los demás. No es fácil engañarlos.
- Les desagrada aceptar y entender que sus actitudes tienen consecuencias sobre sí mismos y los demás.
- Aprenden poco o casi nada de sus propias experiencias.
- No tienen metas claras en su vida y se les dificulta trazarlas.
- Cuando tienen problemas, los niegan, les sacan la vuelta, o se burlan de ellos.
- No saben esperar.
- Normalmente son envidiosos
- Son egoístas
- Son crueles con las personas que más quieren
- Son dependientes de los demás y no les agrada aceptarlo.
- Pregonan cosas sobre si mismos que poco o nada tienen que ver con su realidad (que son muy valientes, sexualmente muy potentes, o cosas así.)
El problema central
Las personas que son adictas o dependientes a una o varias sustancias psicoactivas sufren debido a su inmadurez a causa de eterno infante, egoísta y demandante que lleva consigo. La inmadurez constituye un enemigo implacable y no obstante tienen que conocerlo a fondo si quieren derrotarlo, si quieren sobrevivir.
Conviene insistir y subrayar que la inmadurez es un enemigo poderoso tan activo e incansable como un niño de 4 años cuya vitalidad no parece tener límites y cuyas demandas son tan grandes que nada puede satisfacerlo del todo.
Hay que recordar también que todos de alguna manera llevamos un niño dentro y ocasionalmente aflora y llega a mostrarse. Su exhibición sin embargo no dura mucho pues la mente madura de nuestra personalidad lo controla y consigue regresarlo a su lugar. Eso en circunstancias normales porque el caso contrario cuando una sustancia psicoactiva afecta nuestra personalidad, sucede un extraño fenómeno: la parte madura se debilita y la parte infantil adquiere con el alcohol o la droga, un poder casi absoluto, poder que emplea en reclamar el mal trato que se le dio; en exigir atención mediata y exclusiva; en manipular las culpas de quienes no tomaron en cuenta o de la manera en que él quería, en organizar su vida de acuerdo a los vaivenes de sus caprichos. Por ello se dice que en muchos adictos el eterno infante es consecuencia del efecto que la sustancia activa ejerce sobre la personalidad y que es ella lo que lo crea o lo hace nacer de ahí también que a medida que pasa el tiempo y aumenta el nivel de intoxicación, la madurez desaparezca gradualmente, dejando el camino franco para que el terno infante imponga sus absurdas e irracionales demandas e implante su reino de inmadurez, egoísmo, envidia y destrucción. Y lo más grave es que ese niño terrible ya no es de todo un niño: tiene un cuerpo más fuerte y posee más conocimientos y habilidades de las que tenía en sus primeros años de vida. Su resistencia es también mucho mayor y regresa poderoso, seductor, inteligente y bello. Es así casi tan poderoso como un dios.
Las dos caras del eterno infantil
La sustancia psicoactiva de la que el adicto depende, va a mostrar que el adicto tiene dos caras. Por norma general una oculta a otra, es decir: una es una máscara y la otra es real. Si el adicto se muestra débil o más seguro es que sea más fuerte. Lo mismo sucede con la seguridad, la ternura, la confianza, en el fondo seguramente encontraremos todo lo contrario.
Estas dos caras no las puede ver tan fácilmente el adicto, aun y cuando no este intoxicado. Con el fin de protegerse de los demás y proteger su droga, el adicto va a crearse un personaje, una máscara que va a mostrar a los demás y que generalmente encubre exactamente lo contrario de lo que aparenta. Con ejemplos vamos a entender esto:
El popular
Cara falsa.- si soy agradable, atractivo, magnético y la crema de las fiestas, todo mundo va a querer ser mi amigo.
Cara verdadera.- realmente no soy atractivo, más bien feo o fea, es muy cansado estarle sirviendo a todo el mundo. Al final se van a dar cuenta de todo.
El autoritario
Cara falsa.- si me obedece ciegamente y se dejan guiar por mí, yo les voy a enseñar cómo enfrentar y solucionar problemas.
Cara verdadera.- realmente no se mandar ni obedecer, tampoco me gusta hacer ninguno de estos papeles, pero prefiero que me obedezcan, que cumplan mis deseos sobre todo cuando se trata de que me consigan algunas sustancias. Me enojo fácilmente si no lo hacen.
El amante ideal
Cara.- nadie se me resiste, la gente del sexo opuesto esta irremediablemente a admirarse y desearme. Gran parte de mi atractivo consiste en que no los o las respeto y eso les gusta, si les pregunta dirán que como hombre o mujer soy lo máximo.
Cara verdadera.- la verdad es que yo soy inseguro con los demás, además de que soy incapaz de mantener una relación duradera y estable. A medida que pasa el tiempo, mi vida sexual se vuelve tediosa y nada gratificante tanto para mí como para mis parejas.
El o la rebelde sin causa
Cara falsa.- siempre me gusta hacer las cosas a mi manera, no me agrada oír consejos de nadie. Las reglas fueron hechas para los demás no para mí que soy diferente. Que a nadie se le ocurre decirme lo que debo hacer, eso me ofende y provoca que finalmente lo haga a pesar de que esté prohibido.
Cara verdadera.- todo lo que me interesa es ser el centro de atención de los demás. Necesito que la gente me acepte y creo que solamente enojándome conmigo me toman en cuenta.
Cara falsa.- me intoxico con sustancias porque de niño me trataron mal. Mi vida ha estado llena de sufrimiento y congojas, nadie me ha comprendido. Pobre de mí. Si muestras que tienes pena de mí, realmente me quieres.
Cara verdadera.- la realidad es que confundo amor y pena; prefiero sufrir para que los demás traten de salvarme, que esforzarme en amor a alguien además casi todo el mundo muerde el anzuelo cuando ven a alguien que ha sufrido tanto, y quieren comprender los verdaderos motivos de mi adicción.
El perfeccionista
Cara falsa.- no cometo errores, soy un excelente hijo, hermano, padre, madre, trabajador. Mi vida es ejemplar y la gente, mi familia debería de fijarse en mi e imitarme. En todo lo que hago, soy el mejor de eso no hay duda.
Cara verdadera.- mi perfección es tan grande y notoria que nadie se da cuenta. No soporto que nadie me gane ni que mi familia o mi pareja quieran a otros más que a mí.
El siempre feliz
Cara falsa.- como todo me sale bien en esta vida, en las reuniones o fiestas a todo mundo divierto, siempre soy el alma de los convivios. Siempre me invitan para levantarles el ánimo. Todo mundo me quiere y admira mi buen humor.
Cara verdadera.- siempre estoy esforzándome para aprender que estoy libre de tensiones y depresiones profundas. No me agrada que me vean triste, tengo miedo de que me rechacen, aunque esto me cuesta mucho esfuerzo y me cansa. En realidad soy muy pesimista.
El demandante
Cara falsa.- a veces de manera muy clara y explícita con palabras y también con gestos obligo a la gente a satisfacer algunas de mis necesidades, muchas veces cosas triviales, relevantes pero yo quiero que me complazcas, si no lo hacen es prueba que no me quieren.
Cara verdadera.- en realidad las cosas que hace por mi o para mí me satisfacen muy poco o casi nada porque son necesidades, son puras demandas irracionales cuyo único objetivo es tener a las personas cerca de mí, no me gusta sentirme solo.
El costoso espectáculo de las caretas.
Tarde o temprano, según el caso, la gente que rodea al alcohólico o adicto se da cuenta del juego de las representaciones y termina por no prestarle atención; por no dejarse manipular; por rehuirle para no involucrarse. Si ama a la persona enferma, quizás se quedara a su lado, mas aunque su afecto está bien cimentado muy a menudo termina por apartarse o cuando menos, por reducir su relación al mínimo.
Muchos adictos afirman que el principal motivo u origen de su problema es o fue la soledad. Hay que ser cuidadosos con esta afirmación, la verdad es que ellos mismos la provocaron empujando a la gente a alejarse.
Esta soledad les sirvió en muchas ocasiones como excusa excelente para intoxicarse. Pero hay un momento en que el alcohólico o adicto siente el rechazo o abandono de sus seres queridos o de los que le rodean. Esto produce frustración, tristeza, enojo, resentimiento, etc. Constituyéndose como una excusa magnifica para beber o drogarse, surgiendo un círculo vicioso sin fin que obliga a pagar su precio muy alto por partida doble: las drogas o el alcohol alejan a las personas queridas, y su lejanía constituye una excusa para seguir en la dependencia de sustancias.
La combinación explosiva y mortal
La soledad tramposa en la que el alcohólico y adicto se encierran, los va a privar de la calidez y la ternura de sus seres que prefieren abstenerse de expresar sus nobles sentimientos y se vuelven fríos o distantes. El eterno infante necesita verdaderamente estos afectos básicos y va a proceder a buscarlos por otros lados, con otra gente, pero con idénticos resultados. La sensación de placer, confort, y alivio de su soledad los disfraza con el alcohol o drogas.
Con el tiempo este sentimiento de abandono, más la sustancia que entra al organismo resultara en una combinación satisfactoria para el eterno infante que recorría a la fórmula mágica que le llenara el vacío interior que le atormenta.
Al cerrarse el círculo, las consecuencias pueden ser fatales.
Aquí no pasa nada
Él bebe, hasta casi los 4 años de edad, no tiene problemas, los padres se los resuelven y hasta adivinan los que podrían presentarse. Esto es un hecho real y necesario hasta cierto momento. Pero nuestro eterno infante que ya creció físicamente y que se intoxica con sustancias frecuentemente, también se va a comportar de igual manera. Sus problemas no existen, la gente tiene obligaciones que le corresponden, o aquellas que se echó a cuestas por sentirse muy poderoso y capaz. Así y de manera insidiosa va desarrollándose la negación.
El torturoso camino de regreso
A medida que pasa el tiempo y que las intoxicaciones aumentan en frecuencia, la persona adicta al alcohol o a las drogas va involucionar, es decir, va a comportarse cada vez más como un adolescente o como un niño, según sea el caso. Su mente emprenderá un camino hacia el pasado, hacia la vida infantil, aunque su cuerpo y necesidad de intoxicarse sigan creciendo (es lo único que realmente evoluciona). No es posible que haya crecimiento o enriquecimiento de la personalidad si hay de por medio abuso o dependencia de alcohol o drogas. Decimos que sucede lo contrario a las leyes naturales del desarrollo humano.
Este camino de regreso en algunos casos ya no ofrece otra salida más que la destrucción total de la persona adicta. El tiempo que va a tomar en recorrerlo es desconocido. A algunas les toma algunos meses a otros muchos años, por desgracia no es un camino que se recorre solo ( ya que el eterno infante, al igual que el niño no soporta la soledad), sino que se acompaña de personas queridas, cercanas, interesadas en salvarlo y que por estar emprendiendo esta lucha titánica de rescate se olvidan de sí mismos, sumergiéndose en el torbellino sin fin de esta enfermedad que no tiene fondo.
El triángulo perfecto
Abandonar la sustancia, asistir a juntas de grupos de autoayuda, A.A. y N.A. y el auto conocerse son los puntos básicos, los elementales y necesarios para encerrar el eterno infante en un lugar que no de tantos problemas (en lo más recóndito de tu alma), y así facilitar el crecimiento al que nos empuja la vida. Si algún adicto no completa las 3 fases de este movimiento hacia la supervivencia, lo más probable es que no crezca.
Se puede trazar uno solo de los ángulos y el resultado será siempre insatisfactorio. Hay gente que cree que el puro auto conocimiento va a salvarlo (este es un tipo de persona que se cree dios), o que el solo hecho de dejar de beber o drogarse le va a permitir manejar su vida, también existe el que deja de usar su sustancia toxica favorita, asiste a los grupos de autoayuda pero no le interesa conocerse ¿Qué puede pasar si no se completa el triángulo? La respuesta es sencilla: la persona que desea intoxicarse y por desgracia, lo hará tan pronto haya un problema que no pueda enfrentar o tolerar.
Si realmente se quiere mejorar, vivir una vida más tranquila y crecer en serio, es necesario completar el triángulo, cerrarlo, repasarlo día con día, sin treguas. Para esto de imperiosa de volver a beber, a fumar marihuana, cocaína, a inyectarse, tomar o inhalar cualquier sustancia psicoactiva, es enorme, tiene la fuerza del mar embravecido y no es nada fácil detenerlo. Este triángulo es como una barca de salvación en donde protegerse o asirse cuando la tempestad arrecia.
Una de las tres caras del triángulo es el que hoy nos ocupa: el conocerse a sí mismo. La tarea tiene que ser constante, volverse un hábito, practicarlo todos los días desde que amanece. En este lado del crecimiento hay personas capacitadas que pueden ayudar (sacerdote, consejeros, psicólogos, terapeutas, psiquiatras, etc.) señalando las caras de la inmadurez, en los grupos de autoayuda existen los padrinos.
Resumiendo: hay varias maneras de crecer, varios métodos, hasta aquí hemos mencionado tres muy concretos, cada uno de los cuales implica un esfuerzo no mayor que el de vivir bien. Si se decide a recorrer el arduo camino de regreso hacia la madurez- camino que no se recorre- no olvide que este proceso estará lleno también de compañías cálidas, afectuosas y compresivas.
El alcohólico o el adicto activo que quiere dejar de serlo no está solo. Siempre encontraran a su lado a un familiar o amigo capaz de entender el problema porque también sufre, y un poder superior que ama al hijo descarriado y lo perdona. En fin, el crecimiento es una obligación de cualquier ser vivo, es posible, no es una ilusión o una tarea que requiera esfuerzos sobrehumanos.
Para el que quiere crecer siempre habrá una mano abierta, tendida muy cerca del remolino de la enfermedad y pisando tierra firme. Es solo cuestión de pedir ayuda, lo demás poco a poco, ira apareciendo.
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